Una de las mayores satisfacciones que podemos tener los adultos que estamos con niños, ya seamos maestros, educadores, padres, tíos… es ver cómo juegan a ser nosotros, cómo nos imitan, y cómo actúan como nosotros, y es que, como bien dice el dicho, “de tal palo, tal astilla”. Este hecho demuestra que somos un referente para ellos, que somos importantes dentro de su mundo, que nos están observando constantemente… Pero esto, tenemos que tener en cuenta que es un arma de doble filo y es que no solo imitan las cosas buenas que hacemos, sino que también lo hacen con las malas. No solo aprenden lo que nosotros queremos que aprendan si no que, puesto que nos están observando continuamente, somos su referente, su figura, su ejemplo a seguir, tomarán como “bueno” todo aquello que hagamos (lo sea o no).

Unos padres que estén continuamente enfadados, enseñaran a sus hijos que ese es el estado natural. Unos padres que critiquen a otros, enseñaran que es normal criticar a los demás. Un educador que ridiculice a un alumno delante de los demás, demostrará a sus alumnos que eso es lo que se debe hacer.
Y no podemos pensar que porque no estén delante no se dan cuenta de las cosas que hacemos, no podemos pensar “no, si no me oye…”. Error. Los niños nos oyen, nos ven y nos observan en todo momento. Aunque creamos que no y aunque creamos que no están prestando atención, siempre nos están teniendo como punto de referencia. Es por ello que muchas familias discuten o se pelean pensando que los niños no se enteran y nada más lejos de la realidad, se están enterando en todo momento, observan cada detalle, cada cambio de actitud…
¿Significa eso que tenemos que enseñarles a nuestros hijos que todo es bonito y maravilloso siempre? ¿Qué no podemos estar tristes, discutir, etc.? Por supuesto que no, simplemente hemos de ser conscientes de cómo canalizamos estas acciones, estos sentimientos y estas emociones, para dar el mejor ejemplo que podamos, para que al ellos reproducirlo crezcan de la mejor forma posible en todos los aspectos.

Tendríamos niños que ayudan a otros, que sienten empatía por los demás, que demuestran sentimientos de cooperatividad, de pertenencia a un grupo y que se van a convertir en los adultos del futuro, con valores positivos que transmitirán a los que serán sus pequeños.

Hemos de tener siempre una premisa en mente ¿Qué quiero que aprendan mis hijos? (o cualquier otro pequeño al que puedes influir, como ya hemos dicho, esto no afecta solo a padres, sino también al resto de la comunidad educativa). A partir de ahí podremos actuar conociendo nuestros errores y actuando en consecuencia.
GEMA GIL ~ Directora pedagógica C.E.I. Colorets

