Un reconocimiento a la educación infantil.

Por Melani Ivars Rojas, coordinadora del programa MusicArte en C.E.I. Colorets.

Desde hace algunos años, la población está experimentando un gran crecimiento, fundamentalmente de familias jóvenes. Todo esto se traduce en una gran demanda de actividades tanto de tipo educativo, como lúdico, deportivo y cultural; y por consiguiente, en la aparición de centros especializados donde se ofrecen estos servicios, como son los centros de educación infantil.

El sistema de educación infantil ha cambiado profundamente. Su evolución ha ido pareja a la trayectoria social de los últimos años. Las escuelas infantiles nacen a comienzos del siglo XIX con la Revolución Industrial como una institución que presta su ayuda a la infancia desprotegida, y ante la incorporación de la mujer al mundo laboral.

En el momento actual, la educación infantil ha alcanzado un notable desarrollo impulsado por una serie de factores, entre ellos, el cambio producido en la estructura familiar, el cambio en las condiciones ambientales en que se desenvuelve la infancia, un mayor reconocimiento de los valores educativos asignados a los centros de educación infantil, la necesidad de integración de los niños/as procedentes de otras culturas, la atención temprana a los niños/as con necesidades especiales y avances experimentados por las Ciencias de la Educación.

A pesar de este impulso y del notable desarrollo que se ha producido en esta etapa, hoy en día, todavía hay gente que no conoce la importancia y el increíble trabajo que se lleva a cabo en estos centros. Éstos constituyen parte de la primera etapa del sistema educativo, con identidad propia, y atendiendo a los niños/as cuyas edades se hallan comprendidas entre los 0 y 3 años de edad.

La finalidad de este ciclo que se desarrolla en los centros de educación infantil es el perfeccionamiento armónico e integral del niño/a mediante el desarrollo de los ámbitos sensorial y motriz, autonomía personal, afectiva, social, comunicativo-lingüística y cognitivo.

La Educación Infantil tiene asignada la función asistencial que se encarga de la protección y el cuidado de los niños/as, pero nuestro trabajo va mucho más allá, ya que además de ésta también impartimos la función preparatoria para el acceso del niño/a a la escolaridad primaria obligatoria, la función integradora que implica la educación del niño/a en un ambiente normalizado de enseñanza, la función preventiva y compensatoria de posibles déficits en su proceso de desarrollo y aprendizaje. Además de todo esto cumple una función específicamente educativa, es decir, es una etapa igual o más importante que las que van a pasar a lo largo de la vida.

Una concepción importante en la Educación Infantil es la relación existente entre aprendizaje y el desarrollo. Consideramos que el aprendizaje es el motor de desarrollo y que todo desarrollo lleva implícito un aprendizaje. El aprendizaje y el desarrollo personal deben constituir la preocupación dominante con variadas actividades, tareas, ejercicios y juegos; todas ellas que se deriven de un sistema de comunicación y convivencia para que los niños/as tengan experiencias enriquecedoras en su vida.

Es crucial el momento en el que se elige dónde va a vivir un niño/a sus primeras experiencias, por lo tanto hay que tener en cuenta muchos elementos, como son los educadores, el centro, el clima, la actividad, la metodología, el tiempo, el espacio, etc. Todos estos factores se articulan entre sí y se hacen realidad en la vida cotidiana del centro, constituyendo una Institución que tiene rasgos específicos.

Es necesario apreciar la importancia de los centros de educación infantil porque no son guarderías, no solo guardamos o cuidamos niños, sino que son escuelas en las que trabajamos con los pequeños. Para el desempeño de su labor educativa, el educador infantil ha de estar en disposición de una serie de competencias profesionales de carácter general, como la competencia educadora, la competencia curricular, la competencia investigadora, el respeto a las diferencias individuales y la competencia social, y de carácter específico, como la función organizadora del ambiente educativo, la función de apoyo personal al niño/a y orientadora de su aprendizaje y la función de enseñante o transmisora de conocimientos, habilidades y valores.

Las educadoras programamos actividades diseñadas para conseguir un desarrollo integral de los niños/as, planifican unos contenidos, objetivos, ejes transversales, integran el desarrollo de las inteligencias múltiples, y, lo más importante, escuchan con los oídos, con la mirada y con el corazón las necesidades que los niños/as tienen, buscando soluciones.

Educamos a los pequeños, les enseñamos los hábitos, unas rutinas y unas normas de convivencia que les van a ayudar a afrontar la vida de manera más independiente, aprenden a comer de forma autónoma, a ponerse el abrigo, a permanecer sentados esperando su turno, a compartir con otros niños/as, aprenden a hacer fila, a recoger juguetes, a ordenar, a identificar sus propias características con las de los demás, aprenden a pensar por ellos mismos, a darse cuenta de sus errores, a crecer como personas…

En definitiva, apostemos, valoremos, apoyemos, cuidemos y mimemos a los más pequeños, a esta etapa de educación infantil, a sus profesionales y a todos los que luchamos día a día por su reconocimiento.

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